Se acerca el final del periodo de verano, y muchos se encuentran en los últimos momentos de relajación y desconexión que les quedan. Al regresar de las vacaciones, nuestro cerebro debe readaptarse al entorno cotidiano, aunque familiar, al que no está acostumbrado tras el tiempo de desconexión.
Los excesos en nuestra alimentación, los cambios en la rutina y el disfrute de actividades diversas han transformado temporalmente nuestras costumbres habituales en otras más flexibles, pero que resultarán difíciles de mantener en nuestra vida diaria convencional.
Por esta razón, es comprensible que al regreso de las vacaciones experimentemos una alteración en nuestro estado de ánimo y nos sintamos desanimados.
¿Qué es el síndrome postvacacional?
La adaptación a la vuelta de las vacaciones puede resultar un tanto desafiante para todos. Para muchos de nosotros, es común experimentar sentimientos de tristeza, melancolía o irritabilidad al reintegrarnos a la rutina diaria. En cierto grado, esto es normal, ya que estamos readaptándonos a nuestras actividades habituales. Sin embargo, cuando esta sensación persiste o se intensifica, podría estar desarrollándose el síndrome postvacacional.
A pesar de que a menudo se mencione la «depresión postvacacional», es importante entender que no estamos hablando de un trastorno depresivo en sí mismo. Lo que realmente estamos experimentando es un estado de ánimo negativo causado por un factor estresante específico, el cual perdura más allá de lo habitual. Esto se trata de un trastorno adaptativo que nos dificulta recuperar el ritmo necesario para hacer frente a las demandas y responsabilidades que se nos presentan, especialmente porque el período de relajación en el que hemos reducido nuestro nivel de estrés habitual ha desequilibrado la situación.
¿Qué síntomas tiene?
El síntoma principal del síndrome postvacacional se manifiesta como un estado de ánimo decaído. Esto implica que la persona puede experimentar sensaciones de ansiedad, tristeza, irritabilidad o nostalgia. Esta sensación se ve agravada por una fuerte dosis de ansiedad y estrés, ya que se debe hacer frente nuevamente a todas las responsabilidades que quedaron en pausa durante el período de descanso.
Además de esto, pueden aparecer otros síntomas psicológicos que se vinculan con factores depresivos, como la apatía o la pérdida de motivación e interés. También es común experimentar dificultades para conciliar el sueño de manera regular y para mantener la concentración, lo que puede llevar a una disminución en la productividad.
Desde el punto de vista fisiológico, estos síntomas pueden afectar al ciclo de sueño normal, al apetito y en situaciones más graves, incluso ocasionar problemas gastrointestinales y estomacales.
Es importante resaltar que la mayoría de estos síntomas tienden a desvanecerse una vez que nos readaptamos a nuestros horarios laborales y obligaciones, ya que están directamente relacionados con la dificultad para ajustarnos a ellos. Es normal presentar algunos de estos síntomas durante las primeras dos semanas después de retomar el trabajo, y no es motivo de gran preocupación. No obstante, si persisten en el tiempo, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de la salud.
¿Cómo superarlo?
Es fundamental que comprendamos y normalicemos la aparición aislada y controlada de esta serie de síntomas. Los hábitos suelen requerir alrededor de 21 días para consolidarse, por lo que es importante otorgarnos el tiempo necesario y evitar atribuirles una connotación excesivamente negativa, así como evitar rumiar estas sensaciones. Es crucial recordar que estas sensaciones son normales y, sobre todo, temporales.
Lo más relevante es abordar la transición de las vacaciones al trabajo de manera gradual y con una mentalidad positiva. A continuación, presentamos algunas recomendaciones para facilitar este proceso:
- Evitar reincorporarse abruptamente a la rutina: Regresar unos días antes nos permitirá readaptarnos de manera gradual a ciertos hábitos.
- Elegir un día diferente al lunes para iniciar: Al hacerlo, reducimos la sensación de que la semana sea demasiado extensa desde el principio, al contar con uno o dos días de descanso intermedios.
- Normalizar los horarios, especialmente el sueño: Prepararnos para acostarnos a la misma hora unos días antes del regreso laboral puede facilitar la adaptación a la rutina.
- Cuidar la alimentación: De forma similar a la dieta, es importante reintroducir gradualmente hábitos alimenticios saludables y evitar consumir alimentos que puedan afectar el sueño.
- Mantener la actividad física: El ejercicio libera endorfinas, contribuyendo a un estado de relajación y felicidad, además de ayudar al cerebro a lidiar con el estrés.
- Establecer metas realistas en el trabajo y responsabilidades: Evitar la sobrecarga de tareas al comienzo (y en general) es esencial para prevenir el estrés y la ansiedad laboral.
- Continuar disfrutando del tiempo libre: Aunque las vacaciones hayan concluido, es esencial seguir protegiendo nuestro tiempo para el descanso y la desconexión, de lo contrario, la energía acumulada se agotará rápidamente.
- Buscar apoyo profesional: Si los síntomas persisten en el tiempo, es esencial recurrir a un profesional de la salud mental para restablecer el equilibrio emocional. El síndrome postvacacional a menudo está relacionado con la ansiedad laboral.
La intervención de un psicólogo va más allá de ayudarnos a superar los síntomas; también nos brinda orientación para reconocer los factores estresantes que puedan estar impactando en nuestra vida y nos equipa con estrategias prácticas para enfrentarlos de manera eficaz.